En mis Close Friends en IG, invito a las mujeres diversas que me rodean a opinar desde su trinchera en temas sáficos. Entonces les pregunté con qué palabra se sentían mejor representadas y así quedó el resultado:
QUÉ PALABRA TE REPRESENTA MÁS
SU RESPUESTA me inspiró mucho; me dio mucha felicidad saber que la palabra LESBIANA las representaba, la representación y visibilidad son importantísimas para seguir ocupando espacios. Pero al mismo tiempo, recordé mi propio proceso y los años que me tomó estar en paz con la palabra lesbiana. Me puse a pensar cuánto les habrá tomado a ellas y si tal vez también sintieron el peso de esta palabra tanto como yo.
Yo siempre he sido una reina gay muy orgullosa y activista pero internamente la palabra lesbiana me ocasionaba un conflicto interno y no entendía por qué. Me gustaba la comunidad, las mujeres, me sentía muy cómoda en ese mundo… entonces ¿por qué no terminaba de sentirme cómoda nombrándome públicamente? Podía nombrarme lesbiana entre comadres, pero decirlo en voz alta al resto del mundo me generaba incomodidad, y como consecuencia me sentía mal conmigo por no romper ese clóset.
Así que si sientes que hay sentimientos encontrados con la palabra LESBIANA que aún no terminas de acomodar, no te preocupes: Sí fui y muchas seguimos siendo. Siento que esto es lo que me hubiera gustado saber y tal vez me hubiera ayudado a ser más comprensiva y amorosa con mi proceso:
1. Nombrarte lesbiana es romper todas las ilusiones que la sociedad tenía sobre ti, y las niñas buenas no decepcionan.
Nombrarte lesbiana es rechazar el concepto de MUJER, (Wittig, M. (1981). No se nace mujer) Es rechazar la idea que tiene tu familia sobre ti. Que la sociedad tiene sobre ti. Las expectativas que desde que naciste se pusieron sobre ti y por supuesto, y si escuchamos lo que dijo WITTIG: es MATAR la idea de lo que significaba ser mujer. Bajando más a la realidad, es dejar morir el concepto que aprendiste siendo niña y adolescente, para reconstruir tu propia versión de SER MUJER. Y esto también es un duelo.
Un duelo que dependiendo de qué ciudad o estado seas, es más o menos doloroso.
Entonces básicamente para una mujer promedio, decir "soy lesbiana” es decir: no soy lo que esperaban que fuera, y con todo el peso del patriarcado, puede sentirse asfixiante. ¿Sabes el miedo que da decirle eso a toda una sociedad patriarcal, juzgadora, habladora? Empatizo muchísimo con mis amigays de Zacatecas, Durango, Guanajuato…. UFF, son sociedades muy muy duras y pesadas. Las abrazo, hermanas.
¿Cuántas madres y padres no lloraron cuando descubrieron que teníamos novia?
¿Cuántos padres todavía están esperando a que les digamos que era una etapa?
No lo menosprecies, ¡es dificilísimo!
Para una adolescente, una adulta joven y muchísimas amigas adultas mayores de 30 que tengo, todavía sienten mucha culpa por no ser lo que sus familias querían. En muchos casos esa culpa nunca se va a ir, en otros casos esta culpa se refleja en la forma en que vivimos nuestros vínculos, nuestra sexualidad, nuestro mundo interior. Como yo hace unos años, aparentemente orgullosa pero internamente apenada, y sí, recuerdo que en mis primeros años de sexo lésbico, me daba mucha pena explorar posiciones MUY lesbianas, tener comportamientos “muy lesbianos”. Me sentía presa de esa culpa.
La terapia sin duda ha ayudado muchísimo y en mi caso, lo que más me ayudó a aliviar un poco esa culpa fue conocer una comunidad hermosa de mujeres resilientes, hermosas, satisfechas con ellas mismas y con sus decisiones. Conocerlas y admirarlas como role models me ayudó a sentirme cómoda conmigo y entender que esa decepción que otros pudieran sentir, no tenía nada que ver con quien yo era.
2. “Lesbiana” a veces se siente muy rígida
La etiqueta lesbiana efectivamente significa que nos gustan las mujeres, pero se entiende un poco como que todo lo demás no nos gusta, puede que muchas morras hoy esto no les importe, que se sientan re cómodas diciendo solo me vinculo con mujeres lesbianas cis género y siempre será así… pero yo que soy Ascendente Sagitario y que tengo Luna en géminis, y soy bien puta cambiante, tampoco me gustaba dejar de lado las posibilidades que la vida me podría mandar. Siempre he dicho que soy lesbiana pero mi clítoris es muy pansexual, entonces el decirle a las personas que era lesbiana no se sentía del todo bien.
Como si estuviera cerrándole la puerta al cambio. Al final las etiquetas sí reconocen lo que eres, pero también lo que no eres, y para sentirte cómoda con una etiqueta necesitas estar de acuerdo con ambas partes. Yo no me sentía cómoda diciendo que NO ME GUSTA todo lo demás.
Hoy tenemos la palabra sáfica, que se refiere a la atracción romántica o sexual entre mujeres o personas no binarias, incluyendo lesbianas, bisexuales, pansexuales y otras identidades dentro del espectro queer que se sienten atraídas por otras mujeres. Y de este término me gusta que se enfoca en lo que sí te atrae y no en lo que NO te gusta, lo cuál, a una persona cambiante y fluida como yo, le da más paz y libertad.
3. El terror a ser rechazada y juzgada como marimacha
Lo conté anteriormente, la forma en que eran juzgadas y bulleadas las chicas masculinas en mi adolescencia, me aterró mucho. Hoy me doy cuenta que la sociedad heteronormada aplaudía a las mujeres femeninas (pero solo cierto tipo de femineidad) y castigaba a toda mujer que no cumpliera con ese estereotipo, y la mayoría de estas mujeres eran lesbianas; entonces en mi mente ser masculina te hacía lesbiana y ser lesbiana provocaba rechazo. De alguna forma u otra terminé aceptando que estaba mal verse lesbiana/masculina y romper este paradigma me tomó demasiados años. SPOILER: MASCdesdeMORRILLA
Además era algo muy violento conmigo misma porque naturalmente mi expresión y energía desde bebé han sido muy masculinas y entonces en mi adolescencia darme cuenta que cumplía con los 2 estereotipos: ser masculina y que comenzaran a gustar las chicas provocó un auto rechazo importante y un miedo a ser señalada que se incrementaba con los años.
Para mí, aceptar la etiqueta de lesbiana, también era aceptar la etiqueta de ser masculina y en ese momento para mí ambas estaban muy mal. (Hablemos de la discriminación hacia lo masculino)
Este sin duda fue de los temas más fuertes para mí, tuve que trabajar mucho en mi aceptación (en terapia), aceptar que sí, mi energía, mis gestos tendían a ser naturalmente de energía masculina y al mismo tiempo, me ayudó mucho reconciliarme con la energía femenina, comenzando con la vulnerabilidad y yendo hasta mi identidad, mi forma de vestir, mi forma de expresarme. Construí mi propia versión de femineidad fuera de los estereotipos heteronormados de vestido y tacones.
Esto terminó por dejarme fluir entre energías, entre expresiones, entre ropa holgada muy masc, y entre vestidos muy hot. Entre enviar flores pero también adorar recibirlas, entre ser la cuchara grande y también pedir ser la chica. Pero también, influyó demasiado en deconstruir los roles “activa” “pasiva” en la cama. Fue muy liberador hacer las pases con esto.
4. Ser lesbiana significaba rechazar la validación masculina
Quiero especificar esta parte porque años después, en terapia, me di cuenta que me sentía muy culpable de que no me gustaran los hombres. (¡Otra vez decepcionando a la sociedad, lesbiana!)
Crecí, como muchas millennials, pensando que eso es lo que debía ser y hacer y que eso era lo natural. Mis círculos de amigas sinaloenses sólo hablaban de hombres y mucha de la motivación para salir de fiesta, juntarnos para vernos lindas, era alrededor de gustarle a los hombres y llamar su atención.
No solo en Sinaloa, sino en toda Latinoamérica la validación de una mujer sigue estando muy basada en cuánto le gustas a los hombres. Ese capital erótico de ser la que más “levanta” o la que todos le “caen” da como un reconforte social.
Y la verdad es que a mí no me iba mal, comenzaba a sentir que les gustaba y comenzaba a tener su atención -gran victoria para el mundo heteronormado- entonces el aceptar que era lesbiana y decirlo públicamente sentía que era rechazar toda esa validación que estaba comenzando a conocer y que todo el mundo aplaudía. Y carajo que sí era rica.
Me aterraba la idea de perder eso. Entonces, ¿Cómo no me iba a aterrar la palabra lesbiana? En ese momento se sentía que perdía mucho (y eso es consecuencia de una sociedad patriarcal, señoras)
Ahora lo veo en retrospectiva y dada la sociedad machista hetero en la que crecí, aceptarme lesbiana era una contradicción biológica, darle casi la espalda a mi patriarcal y cosificador pero hermoso Sinaloa. Todo mi miedo era causado por un temor horrible al rechazo que es muy normal en la adolescencia (y en la vida).
Y si bien, esta es la invitación que necesitabas - que yo necesitaba- para comprenderte mucho por no sentirte cómoda con la palabra lesbiana, también es una invitación a usarla más en tu vocabulario. A decirla más en voz alta y revisar cómo se va sintiendo. A incorporarla en tu día a día: Entre más lo dices menos duele... le quitas poder y entre menos duela, menos poder tenga, más oportunidad hay de resignificarla. Resignificar es uno de las habilidades más lindas de las personas LGBTIQ+. Hemos resignificado cuan etiqueta peyorativa nos han puesto.
Imagen by @sofi_hurtado01 sobre las distintas formas que nos nombran en otros países.
Y para resumir lo que para mí hizo toda la diferencia en reconciliarme, resignificarla y dejar de bajar un poco la voz cuando la digo serían:
Principalmente, usar la palabra lesbiana en la cotidianidad y resignificarla hacia los fabulosas y chingonas que somos. Llamo a muchas de mis amigays lesbianas de cariño, y uso muchas expresiones positivas con ella: ¡Que lesbiana tan sensuaaal! ¡Te amo lesbiana! ¡Lesbiana chingona! y todo lo positivo que le puedas poner al lado.
Usarla con mi familia y ayudar a que ellos también la normalizaran y adoptaran como una palabra más. Tuve que explicarles también que Lesbiana solita, no es una palabra ofensiva, hoy la usan también con naturalidad.
Invitar a mis amigues hetero a que me digan lesbiana, que no bajen la voz cuando me nombren o la usen.
Conocer mujeres que se sintieran cómodas con la etiqueta lesbiana, si eran mujeres que admirara valía por dos. Para muchas millennials esto no fue tan posible en su tiempo, hoy las redes nos han conectado más con todo lo hermoso que hay en la cultura sáfica.
Y claro, reconciliarme con mi masculinidad y mi feminidad, fue crucial conocer muchas formas de ser lesbiana y fluir entre mi expresión femenina y mi expresión masculina sin miedo al rechazo. Hubo mucho trabajo interno para deconstruir esa discriminación a lo masculino y en diseñar una feminidad con la que me sintiera cómoda.
Hoy, si cualquier persona me pregunta, me digo Sáfica. Me representa más porque soy demasiado compleja, pero estoy tan en paz con la palabra Lesbiana. La amo y hasta le tengo tanto pinche amor y cariño por todo lo que me ayudó a crecer y aceptar en mí. No solo gané una forma de representarme, sí siento que le gané una batalla al patriarcado y un punto más a mi deconstrucción.
¡Gracias, Lesbiana!
Me ayudó mucho recordar cuándo fue la primera vez que escuché esta etiqueta de forma peyorativa u ofensiva…. ¿Cómo fue para ti?
Y me encantará saber ¿En qué parte del proceso estás? quizás dejaste de cuestionarte etiquetas y estás en paz con eso, o quizás dices LESBIANA y bajas la voz…. me encantará saberte.
Share this post